No hay evidencias, tan solo rumores. En voz baja, vecinos de Recoleta reconocen que la invasión comenzó en el cementerio. No dirán mucho más. Lo cierto es que antiquísimos muros finalmente cedieron. En una sola noche, o a lo largo de un siglo, ladrillos fatigados se volvieron porosos, grietas imperceptibles revelaron abismos, revoques y mampostería